Una selección que luchó contra las adversidades desde el sudamericano (no fue su mejor papel), pero aun así logró clasificar al Mundial. En este volvió a torear vicisitudes, dejando sudor, corazón y garra (como dirían los uruguayos). Dentro de un cuadro en el que muchos no confiaron, surgió el sueño de salir campeón, lastimosamente hoy no se logró.

En el marco de un equipo eliminado muchos destacarían solo un mal trabajo, por mi parte yo solo resalto los puntos altos (siendo estos mayoría), desde una gran saga central que brinda soporte y goles, hasta mediocampistas, extremos y delanteros que luchaban contra gigantes en el campo (chicos de 18 a 20 años midiendo 1.92).

Arturo Reyes ha forjado en el equipo muchos valores, tanto en el campo como fuera de este: alegría, pasión y deseo. Hoy todo acaba tras un inicio de partido con idas y vueltas, en el que nos vimos que Colombia era frágil por la vía aérea, pero por allí no vino el gol. Tras un choque en el aire el jugador Jaime Alvarado sufre un golpe, intenta seguir la jugada (el dolor es tan fuerte que no lo deja), en la misma jugada Carlos Cuesta intenta despejar el balón, el jugador rival Danylo Sikan se lleva el esférico por delante, Kevin Mier intenta salir, pero se enreda con su compañero (Cuesta), y Sikan solo empujó el balón con el arco solo.

El segundo tiempo no fue mucho mejor para la selección nacional, creando más opciones de gol, pero sin ser profundo a la hora de anotar. Para que el ánimo de los dirigidos por Reyes cayera, Johan Carbonero es expulsado al minuto 86, después de que el VAR interviniera en la acción. 0-1 culminó el encuentro, y así cae el sueño creado por unos jóvenes con alma de guerreros, cae el sueño de una nación, cae el sueño cafetero.