Quién se iba a imaginar que un 7 de agosto de 1924, en el barrio Rebolo de Barranquilla, Micaela Lavalle iba a engendrar uno de los sentimientos más fuertes para todo aquel que se dice barranquillero; una pasión desenfrenada que se desborda cada vez que el equipo costeño juega, y que, a pesar de las derrotas, los fieles hinchas lo siguen amando. Algunos lo llaman “el amor de la vida”, otros, “el que nos hace sufrir”, y otros más “que, si no nos hace llorar y parir, no es Junior”. Lo cierto es que en la ciudad no es un día normal cuando juegan los tiburones, porque desde que el hincha se levanta ya tiene en su cabeza al equipo de sus amores y es tanto así, que al momento de saludar no dice “buenos días, sino “Junior Días”.
“Para mí Junior es más que mi vida, es un amor que no lo puedo describir. Doy gracias a Dios por haber nacido en esta hermosa tierra, porque de no haber sido así, no sé qué sería de mi”, dice con emoción inocultable Rafael Hernández, hincha fiel del equipo por más de 50 años.
“¡Joda! Yo no sé qué le pasa a Tú Papá este semestre. Hace un año o menos, celebrábamos y hasta yo lloraba de ver como jugaba. Era algo hermoso, teníamos el mejor equipo del país, nadie podía con nosotros.”, expresó un aficionado en medio de un grupo de amigos, refiriéndose al momento gris que pasa el cuadro tiburón.
Cuando el equipo de los amores anota un gol, todo se vuelve fiesta, todo es color y emoción, hasta el punto que al momento de festejar en el Metropolitano todos se abrazan sin saber ni siquiera quién eres: se hacen amigos del que sea sin importa religión, gustos, o clase social, todo por que los une un solo amor, el amor por los Rojiblancos.
Después que se termina el partido, el estado de ánimo de la cuidad puede cambiar por completo. Si el equipo gana, todo es felicidad y se revive el carnaval. Pero si el resultado es adverso, la tristeza nos invade: la soledad y silencio en las calles es el reflejo de la derrota.
Hoy los junioristas, esos que llevan al tiburón tatuado en el corazón, se encuentran adoloridos por la crisis que se vive. Aunque en la liga están de segundos, hace rato no saborean las mieles del triunfo, y aunque no pierde, los empates con equipos pequeños tienen a más de uno al borde de un ataque de nervios. Y en la Copa Libertadores, la cosa se puso color de hormiga: virtualmente eliminados y sin haber anotado un solo gol.
Pero a pesar de la adversidad, el amor por el Junior jamás se acaba. Las rabietas y las decepcionas pasan, y la pasión por el equipo vuelve a reverdecer. Ocho títulos ha cosechado el cuadro rojiblanco (1977, 1980, 1993, 1995, 2004, 2010, 2011 y 2018) siendo el quinto equipo más ganador del país. Su nómina ha contado con míticos futbolistas extranjeros como Víctor Ephanor, Juan Ramón Verón, Carlos Babington, Garrincha, Othon Alberto Dacunha, Julio César Uribe, Carlos Valderrama, Iván Valenciano, Teófilo Gutiérrez, entre otros.
Junior es hoy, sin lugar a dudas, uno de los símbolos más representativo de Barranquilla en el mundo entero. Por eso, desde cualquier lugar, se oyen las frases de gratitud: “Gracias Micaela, muchas gracias por este amor tan grande, llamado Junior”.