Una tarde de 1989, y con Barranquilla recién declarada como “casa de la selección”, hizo su aparición estelar en un partido contra Ecuador correspondiente a las eliminatorias, bajo el nombre de “El cole”. Atrás había dejado el plumaje negro y el rojo en la cresta que caracteriza su especie, para pasar a cubrir su cuerpo con los colores del país del que es símbolo patrio y que lo hacían resaltar entre la muchedumbre que aguardaba por el cotejo deportivo.
Poco se sabe de él y también poco recuerda de quién era antes de abandonar el nombre de Gustavo José Llanos Manino y su vida como ciudadano del común, para convertirse en el hincha más fiel de la selección.
De este personaje, símbolo del barranquillero: siempre amable, con una sonrisa en la cara, pero sobre todo amante del buen fútbol se conoce que hizo algunos estudios de administración y estuvo a punto de terminar la carrera de derecho, la cual suspendió cuando solo le faltaban dos materias por asistir a la cita mundialista en Italia 90’ y jamás la retomó.
Su apodo, que casi se ha convertido en su nombre, nació en su juventud en un intento de insulto a su persona. Al momento de llamarlo “Coleto” por su forma popular de hablar, lo que buscaban era un adjetivo despectivo, sin embargo, después de tantos años, ha sabido más que convivir que con ello.
El día que decidió ir a todos los partidos del combinado patrio a toda costa, pensó que, al estar en la ciudad del carnaval, tenía que ir vestido de forma peculiar. Como para él la selección siempre ha despertado patriotismo, la figura de la gran ave de los andes, encajó a la perfección. Desde ese día, anima a los demás a disfrazarse también.
Su compañía en 5 mundiales y 12 copas América de manera ininterrumpida, dan fe de la fidelidad a los hombres de amarillo, que, aunque solo se reúnan unas cuantas veces al año, cuando el balón está en sus pies, llenan de alegría y devuelven la fe y la esperanza a los hogares colombianos.
Hoy en día, es reconocido por la Federación, y es valorada su importancia en los estadios y las concentraciones del equipo nacional. pero no siempre fue así. Aunque en la actualidad el máximo estatuto del deporte de la pelota en el país corra con todos los gastos, al Cole le tocó rebuscarse, y mucho, para emprender sus primeros vuelos internacionales.
Empezaba la última década del siglo pasado y Colombia había clasificado a un mundial después de 28 años. El fan #1 tenía que estar presente, por eso, después de enterarse del alto costo de los pasajes, realizó rifas y se endeudó con todo el que pudo para reunir el dinero del viaje. Ya dentro del avión rumbo a territorio donde la escuadra azzurri oficiaría como anfitriona, recordó que no tenía un peso para estadía, ni comida.
Un poco preocupado por la situación y ante la adversidad, como todo barranquillero, “no se quedó varado” y con valentía y carente de vergüenza, le pidió colaboración económica a las demás personas que conformaban el viaje, recolectando así el dinero que le permitió, entre otras cosas, gozar en vivo y en directo del nacimiento de una generación que le daría muchas alegrías al país.
Esos momentos de turbulencia y la capacidad para superarlos por el amor al equipo, son los que la mayoría de sus detractores ignoran. Aunque gran parte de la ciudadanía lo desconozca, tal vez por lo ridículo que suena, el colé también tiene detractores. Estos lanzan frases como “ay, pero con todo pago quien no iría a todas partes” o “no es más que un vividor” lo que solo desconcertar a nuestro hombre-pájaro
“Yo durante el año tengo que pensar en el look, en el peinado, en la ropa que tengo que ponerme, no es sencillo, porque tengo que animar a la gente” le confesó a ‘Los informantes’ en el 2018.
Con detractores o no, el cole está metido en la retina y los corazones de todo el país y sobre todo en los de la ciudad que lo vio crecer y en la que aún vive: Barranquilla, la cual se siente orgullosa de tener tal representante a nivel mundial de lo que es ser hijo de esta tierra.
Su figura tardará años para ser olvidada, porque todos los días no nace gente con tanto amor por algo, capaz de dejarlo todo atrás, para ir en busca de ello.